miércoles, 2 de agosto de 2017

6.5..Control democrático sobre la ciencia y la tecnología.

Este artículo argumenta que a pesar de una considerable superposición, la ciencia y la tecnología deben ser distinguidas. La investigación que procura comprender la naturaleza está controlada por la comunidad de investigadores. Esto la distingue de actividades orientadas a la producción de productos bajo el control de organizaciones tales como las corporaciones y las agencias gubernamentales. Incluso donde una y la misma actividad se preocupa tanto por la verdad como por la utilidad, ésta está controlada en los dos diferentes contextos. En el artículo, se sigue esta distinción a través de la historia de la ciencia y la sociedad durante la posguerra en Estados Unidos, por intermedio de una comparación directa de varios casos y sus implicancias, y a través de la discusión sobre la estructura paradójica de las relaciones entre tecnología y sociedad. Estas relaciones constituyen una "jerarquía entramada" porque los grupos sociales se forman alrededor de las mediaciones técnicas, las cuales a su vez median y transforman. Las políticas de ciencia y tecnología difieren en que la contribución de los grupos sociales al cambio científico es mucho menos directa que en el caso del cambio tecnológico.

 DISTINGUIENDO CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Los teóricos posmodernos y muchos investigadores en estudios de ciencia y tecnología ya no creen que haya una distinción de principio entre ciencia y tecnología. Ciertamente los límites son mucho más vagos que en el pasado. Pero si concluimos que no podemos distinguirlos de ningún modo, ¿en qué se convierten las distinciones asociadas entre teoría y práctica, investigación y aplicación, trabajo académico y negocio, verdad y utilidad? ¿Debemos abandonarlas también?
La vieja distinción entre ciencia y tecnología y todas esas distinciones asociadas implican una jerarquía de valores. Ciencia, teoría, investigación, trabajo académico y verdad fueron consideradas más nobles que tecnología, práctica, aplicación, negocio y utilidad, de acuerdo con la antigua preferencia por la contemplación desinteresada sobre la actividad mundana. Esta jerarquía fundamenta la demanda por la completa autonomía de la ciencia. En 1948, Bridgman expresó esta indiferencia, como desde una "torre de marfil", cuando afirmó que "el supuesto del derecho de la sociedad de imponer una responsabilidad sobre el científico cuando él no lo desea obviamente implica aceptar el derecho del estúpido de aprovecharse del inteligente" (Bridgman, 1948, p. 70).
En la medida en que la distinción entre ciencia y tecnología se vuelve difusa, la jerarquía de valores que justificaba tal excesivo esnobismo pierde su fuerza persuasiva. Un cambio básico ha ocurrido en la relación entre ciencia y sociedad. Hay una apertura por parte de la ciencia a varias formas de control político y económico y, en algunos casos, lo que yo llamaría "intervención democrática" por miembros legos del público. ¿Pero qué es lo que esto significa exactamente? Ciertamente no significa eliminar el laboratorio, obligando al científico a trabajar con el público mirando por sobre sus hombros, ni que haya que basarse en el gobierno para las decisiones epistémicas. La democratización y la intervención política y económica en la ciencia es más modesta en sus objetivos por muchas razones. Pero la lucha por el control social de la tecnología difícilmente puede considerarse modesta. Se intensifica de modo constante y frecuentemente conduce a la intervención directa de los ciudadanos y los gobiernos en decisiones tecnológicas, e incluso en los criterios para la toma de decisión utilizados para seleccionar tecnologías.
La vieja jerarquía de valores ciertamente ha sido embrollada en los últimos años en la medida en que una mayor cantidad de trabajo científico se dirige directamente a la producción de bienes comercializables. Vivimos en una tierra chata de dos dimensiones y no en un universo de tres dimensiones con coordenadas verticales. Pero más allá de los cambios, precisamos de las viejas distinciones. Ellas corresponden a divisiones vitales estratégicas dentro del mundo de la política. La cuestión es ¿cómo podemos reconstruir la distinción entre ciencia y tecnología sin caer en un esquema valorativo pasado de moda? Esto es lo que voy a intentar aquí.

TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD
Dejé una ambigüedad en la historia anterior. Mis ejemplos incluyen un arma, un depósito de residuos tóxicos y una enfermedad. Los científicos están involucrados en todos ellos. Pero ¿es "ciencia" la palabra adecuada para describir sus actividades en los tres casos? Claramente, la construcción de una bomba involucra muchas habilidades industriales y se dirige directamente a la producción de un arma, no a una mejor comprensión de la naturaleza. Los otros casos son similares. Los químicos y microbiólogos estaban involucrados (y todavía lo están en el caso del SIDA). Pero sus actividades estaban organizadas por un aparato industrial elaborado para producir bienes, no para contribuir a nuestra comprensión de la naturaleza, a pesar que ellos efectivamente también lo hagan.
En mi opinión es un error concentrarse exclusivamente en la relación entre ciencia y sociedad al discutir casos como estos. Ellos pueden muy bien ser ejemplos de tecnociencia, y el papel del envolvimiento lego en la producción de conocimiento es verdaderamente notable, pero lo que está más claramente en cuestión es su rasgo tecnológico. Como hemos visto, la tecnología es un campo de actividad en sí mismo. La ecuación que la ve como una mera aplicación de la ciencia no le hace justicia. Las organizaciones industriales intervienen entre el trabajo de los científicos y el mundo cotidiano en que sus productos son usados. Tales organizaciones son mediadoras independientes con sus propias lógicas y procesos. Ignorar su papel es perder de vista algunos de los más significativos problemas de la relación en que estamos interesados.
Hay además un problema político en concentrarse exclusivamente en el aspecto científico de tales casos tecnológicos. Tal abordaje tiende a colocar el énfasis en el aspecto cognitivo de la relación entre ciencia y tecnología. Pero cuando la ciencia deja el laboratorio y entra en la sociedad como tecnología, debe servir a muchos otros intereses además del interés por el conocimiento. Mientras la ciencia tiene considerable autonomía en la toma de decisiones cognitivas, la creación técnica está mucho menos protegida de la intervención no profesional. En campos que se describen adecuadamente como tecnociencias, la situación se complica por la ambigüedad de varias actividades incluidas en la investigación y la comercialización.
Cuando los actores buscan más autonomía, ellos afirman estar haciendo ciencia; cuando buscan apoyo financiero afirman estar haciendo tecnología. Jessika Kammen describe un caso interesante donde investigadores trabajando en una vacuna anticonceptiva intentaron deslindar todas las dificultades en "tecnologías" complementarias, reservándose el título de "ciencia" para su trabajo. Tal distinción les permitió continuar procurando la vacuna sin preocuparse por los obstáculos prácticos de su desarrollo concreto (cf. Kammen, 2003). Aquí las distinciones que estamos utilizando se tornan recursos políticos, pero esto no debe impedirnos ver lo que realmente está en juego, es decir, el bienestar de millones de mujeres y sus familias.

La ciencia y la tecnología han terminado por transformar numerosos asuntos de las sociedades contemporáneas. Son innegables los beneficios que de tal transformación se obtienen, pero también son numerosos los riesgos que han surgido de tan vertiginoso desarrollo. Esta doble condición, obliga a que la ciencia y la tecnología deban ser vistas con una actitud más crítica, ya que no siempre son los mismos impactos los que se presentan en el mundo "desarrollado" que en los países del sur.
Se les atribuye a la ciencia y a la tecnología grandes efectos sobre la sociedad, en particular en el campo de las tecnologías de la producción y de la información, y en el de la biotecnología. Algunos críticos consideran que estos desarrollos han contribuido a que los países, regiones y grupos sociales más ricos, se hubieran vuelto más ricos, es decir, que la brecha entre ricos y pobres que se pensaba podía disminuir en los años 70, habría aumentado. La ciencia y la tecnología que se ha hecho en estos países parecen no haber contribuido suficientemente para contrarrestar el aumento, en más de mil millones de personas pobres en el mundo, o los más de mil millones de personas sin agua potable y adecuado saneamiento, o los millones de personas sin techo, etc. Africa y América Latina, en la década de los ochenta fueron testigos de la detención e incluso de la involución de los logros alcanzados en cuanto a nivel de vida. Es como si la ciencia y la tecnología favorecieran los intereses de los grupos sociales y países más fuertes, poderosos y ricos del mundo (Petrella, 1.994). Algunos hechos señalan esta tendencia, por ejemplo, se da prioridad a las áreas de Investigación y Desarrollo (I+D) destinadas a desarrollar productos que satisfacen las necesidades ya casi saturadas de una pequeña minoría de países desarrollados, como el caso del 90% del gasto en I+D para la industria farmacéutica, el cual se destina al tratamiento de las enfermedades de la vejez de la población de las ciudades y regiones más ricas del mundo. Otro ejemplo lo constituye el acelerar el proceso de sustitución de importaciones de los países pobres y en desarrollo, por los productos producidos en los países desarrollados, como sucede con los materiales compuestos que reemplazan las materias primas tradicionales con ayuda de la biotecnología (Petrella, ibid).
Pero sabemos que la ciencia y la tecnología solo juegan un papel en estos aspectos y que se requiere un reajuste más profundo de índole, social, político y económico. Sin embargo, sabemos también que si la ciencia y la tecnología no tienen una orientación más sensible frente a estos problemas, continuarán contribuyendo significativamente a aumentar la desigualdad global.

¿Qué es Ciencia Tecnología y Sociedad?

Ciencia, Tecnología y Sociedad, CTS, corresponde al nombre que se le ha venido dando a una línea de trabajo académico e investigativo, que tiene por objeto preguntarse por la naturaleza social del conocimiento científico-tecnológico y sus incidencias en los diferentes ámbitos económicos, sociales, ambientales y culturales de las sociedades occidentales (principalmente). A los estudios CTS, también se le conocen como estudios sociales de la ciencia y la tecnología.
Sus orígenes se remontan a la década de los años 60, con la movilización social por los problemas asociados al desarrollo tecnológico. La preocupación por la ciencia y la tecnología se venía manifestando desde la segunda guerra mundial, aquella que dejó más de cuarenta millones de muertos, con la posición de varios físicos que cuestionaron e incluso abandonaron sus experimentaciones en el campo de la energía nuclear, decepcionados por la forma como sus trabajos de investigación habían sido utilizados en la producción de la bomba atómica. Estos científicos buscaron otras ciencias, como la Biología, para trabajar desde allí por un conocimiento que contribuyera a la vida y no a la destrucción de la misma(2). La ciencia, sinónimo de razón y de verdad, de progreso de la humanidad, parecía señalar el límite de su utilización a través de la creación de la bomba atómica.
La preocupación por el desarrollo tecnocientífico creció y se multiplicó en la década de los años sesenta, bajo el escenario de la tensión internacional por la carrera armamentista y bajo el creciente deterioro del medio ambiente (Waks y Rostum, 1.990). Se hizo cada vez más evidente una sensación de temor y frustración generalizados, cuya fuente de origen parecían estar ligados a la ansiedad sobre el desarrollo científico-tecnológico. En este contexto, se iniciaron diferentes propuestas sobre los valores de la civilización industrial. Por un lado, se propugnaba por un cierto rechazo al desarrollo tecnológico, cuyas expresiones radicales estuvieron en las manifestaciones estudiantiles de los años sesenta y comienzos de los setenta, tanto en Europa como en Norteamérica, dirigidos principalmente contra la guerra del Vietnam; el uso del napalm se convirtió en el símbolo de los excesos de la civilización científica-tecnológica de aquella época(3). A ello se sumaron las denuncias sobre catástrofes relacionadas con la tecnología, como los primeros accidentes nucleares y los envenenamientos farmacéuticos. La preocupación por el tema ambiental ha estado íntimamente relacionada con el desarrollo científico-tecnológico y en particular con la concepción de este desarrollo.
Esta protesta social, de la que salió el movimiento ambientalista y el hipismo, fue canalizada en los espacios académicos de las universidades, tanto norteamericanas como europeas, incluso latinoamericanas -tal como se desprende, por ejemplo, de los trabajos de Jorge Sabato y Amilcar Herrera, al sur del continente, en la óptica por buscar un espacio de desarrollo tecnológico más adecuado para los países latinoamericanos (Vacarezza, 1.998)-. CTS pasó de la movilización social a la preocupación académica, sin perder su capacidad crítica.
En conclusión, de una postura antitecnológica y antiestablecimiento presente en la década de los sesenta, se derivó hacia una actitud más positiva que pretendió dilucidar qué valores culturales subyacen detrás del logro tecnológico (Cutcliffe, 1.990).
Si el siglo veinte es el de la ciencia, también lo es para la democracia que ha librado una de las más importantes batallas durante la década del 60, en la extensión de los derechos civiles frente a las amenazas relacionadas con el desarrollo científico-tecnológico (Sánchez Ron, 2.000). Es en este contexto donde surgen los estudios en Ciencia, Tecnología y Sociedad.




No hay comentarios:

Publicar un comentario